
Llevo varios días dándole vueltas al concepto de libertad. Indagando entre su ropa y buscando debajo de su almohada. ¿Qué esconde?¿Qué es lo que hace de esta palabra algo tan soñado, tan especial?
Un mismo golpe de voz y, sin embargo, mil significados diferentes. Todos ellos igual de válidos y extraños entre sí, todos ellos portadores de un camino abierto que tiene por meta la plenitud espiritual. ¿Qué encierras?¿Qué escondes, que todos te buscan?
Para mí la libertad es la inexistencia de barreras para el alma. Ver, oír, sentir, pensar todo lo que se mueve a tu alrededor y hacerlo a tu manera. Reír sin motivo, llorar por que sí. Hablar solo por la calle o cantar en el metro si te lo pide el cuerpo. Comerte una cucharada de leche condensada a media noche, porque el azúcar te llamaba a gritos. Para mí libertad es besar a quién tienes en frente porque un impulso fugaz te ha empujado a ello, y libertad también es no arrepentirte después.
Para mi solamente son libres aquellos que viven en función de lo que sienten. Aquellos que andan el sendero que han elegido. No son esclavos quienes miran por encima del hombro las convencionalidades mundanas, y tampoco lo son aquellos que desprecian los prejuicios.
Libres, somos todas aquellas personas que soñamos con un mundo mejor. Libres somos porque soñamos, y soñamos porque somos libres.
Después de todo, bajo los adoquines, aún hay arena de playa.
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