
Luna se ha levantado hoy con ganas de ver el mar. Se ha quitado las legañas y se ha puesto lo primero que ha encontrado en el armario. Tenía prisa: necesitaba mojarse los pies en agua salada. Sin saber por qué un impulso incontrolable se había colado en su alma y la llevaba de aquí para allá con movimientos bruscos en busca de las llaves del coche y de una chaqueta.
Temblando ha cogido el coche y lo ha puesto en marcha. En apenas cuatro horas lo tenía delante. Impasible y sereno como la brisa que lo acariciaba. Ha respirado hondo. Muy hondo, intentando no perderse ni una sola gota de su olor y por fin se ha sentido tranquila.
En el fondo la melodía de un piano solitario acariciaba sos mejillas y cubría su cuerpo. Se ha quedado allí tres horas. Sola. Rodeada de toda esa inmensidad al alcance de sus dedos. Luna hoy ha escuchado a su corazón y se ha dejado guiar por él. Ahora se siente en paz. El mar le ha contado secretos importantes, le ha susurrado al oído la manera de conseguir el mapa que describe el camino que lleva a ciudades secretas repletas de tesoros escondidos.
Luna tiene una deuda con el mar. Y ha decidido regalarle ritmo y olas, para que no se aburra.
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